Tiempo Primero

Su pistilo de piel se abrió,
mientras el carmín gritaba
la vida se escapaba
y con ella moría el sol.

Azar desgraciado, somos tus juguetes,
leviatán nacido de nuestro arbitrio
que sin querer hacemos
reverberar de nuestras turbias aguas.


Artropos - ¿Quién es ese fantasma
que encarna sus pesadillas?

Outis - Yo soy ella,
me niego,
me reinvento.
Ella desaparece
y yo regreso.

Artropos - ¿A quienes habla?
¿Está llamando a sus espectros
que son solo fragmentos
padecidos a cada instante?

Láquesis - Se desvanece
en cada exhalación
sus pálpitos
son vibraciones calladas
de lo irremediable.
¡Vamos, corta su hilo!

Outis - Hay una plenitud
que me permite cruzar la frontera,
entonces me convierto en ti
hasta que llego a esa saciedad
y me consumo en el hastío.
Te transmutas,
ya no eres.

Artropos – Es lo perfecto,
lo intocable y delicado
es el castillo de arena que se deshace,
es el silencio,
es la muerte.



Outis - ¡Mira a este espejismo!
No te escondas,
no huyas de mí.
Mira a este monstruo,
a este ser tan apacible
que camina silencioso
y busca aquellos vibráfonos verdes
cuyo sonar centelleante
se me niega
al mencionarte.

Artropos – Ella le responde
con silencio

Outis - ¿Qué dices?
Refieres lo inexistente
¡Alegre tú que no existes!


Artropos – El resplandor de su destino
pronto se apagará

Láquesis – Son segmentos superpuestos
cuyos extremos
desconocen los límites
¡Por piedad!
No me obligues
a hilar lo imposible

Outis – Me pierdo
en un cubo de infinitas aristas,
no tengo estado.
¡La memoria me asfixia!

Artropos - ¡Mírame a los ojos!
Eres una fracción del todo y de la nada
y ella aún habita
en nuestro cosmos.

Le hablas,
ella responde
mas no la entiendes
porque ya no es de ti.

Outis – Ambos somos reflejos,
y cuando
me enfrento a aquel
muro de mercurio
me convierto en nada.

Adoro aquella dulce mirada marina
que tan solo puedo contemplar
cuando mira a ninguna parte
no sabes cuanto anhelo verme en ti.

Láquesis – Tañeré sus cuerpos
al ritmo
de bemoles marchitos


Artropos – Outis, Outis…

Láquesis – Cuerdas de plomo,
rozadas
por tu navaja ancestral
hieren al vacío
y se gozan en el vértigo
de lo inevitable.

Artropos – El azul tintinea
en la lejanía,
y tú te conviertes en un eco
más débil cada vez…

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