Tiempo Segundo

Vacío tras vacío he caído como un pez muerto sacudido por una ola en tormenta. Cuanto vacío, Dios mío, cuanto vacío. La nervadura secreta de mis huesos aún da cuenta de ese dolor. Clorofila contráctil. Siento, sientes, siente. Oquedad que se ¿abre o ya está? Bajo la huella el paso holla. Quisiera ser la membrana invisible de un abanico para refrescar al viento.

David Negro: Mi ropaje ha sido rasgado por la aurora1, mis ojos vagarán entre las grietas de cavernas interminables en busca del color del infinito. El tono ondulante ha cambiado su tersura, ahora es pétalo que se deshace en mis pasos2

David Blanco: A pétrea pena estoy condenado

murallas transparentes

me dan el castigo

de una contemplación callada

que me fosiliza

en cada parpadeo

¿Adónde voy a parar

cuando me das la espalda?

Te gozas siendo marioneta sombra

mientras él

se deshace al nombrarte.

(Cloto: Ha cambiado el brillo

mis dedos ven a través

de este hilo de pétalos

¡Espinas calladas

que hieren mis ojos!

Escucho tu voz afilada

pero sigue intacto

con la pena de sólo contemplarla

Artropos: ¡Outis, outis!

Sus párpados ya no son

la puerta a tu cuerpo



Láquesis: ¡No lo cortes jamás!

su suspiro rosado juguetea

con mi cabellera

mis cuencas se han llenado

con sus lágrimas

Outis: Mi piel

es una grieta de la tuya

seré aire

para escuchar tu aliento.

Cloto: ¡Hasta cuando!

Destello eterno, maldito

metal emergente de la nada

brillo transparente

que me obliga a tejer un sinsentido)

David Negro: ¡Encontré mi Medusa de dos caras! ¿Cuál elegiré? Dichosas mis níveas venas que se estremecen al sentir el candor amarillo de ese veneno dual. ¿Piedra sobre piedra? Su mirada arrastra consigo mi eternidad.

David Blanco: Seré de carne y hueso

mi sudor regará los desiertos

y con el color de su voz

me ensordeceré.

El grito café de la guitarra

anuncia polvaredas

que construyen caminos

y en la casa decadente

ella sacude su sombrero de pana

y su corbata de cuero.

David Negro: Hombres y mujeres han deslizado sus manos hasta dejar huellas asexuadas que se glorían en prevalecer, soñaré con un río de aguas grises hasta el día que regrese a la montaña.

David Blanco: Diré no

hasta que me funda con la nada

¡No y mil veces no!

Aunque haría más con el silencio

mi alma levitaría hasta desgarrarse

en mi eternidad.

(Outis: Procesión en tu nombre

eres sólo una plegaria

ahogada en mis labios

Cloto: Rasgas el pétalo

y se convierte en terciopelo

¡Nos has condenado a la eternidad!

Artropos: ¿Quieres ser ella?

Lo fuiste, lo serás

mas por ahora

concédeme palparte

en el fulgor de mi navaja oxidada.

Láquesis: ¡Mentira!

Me gocé en su disfraz de seda

pero la perdiste en el cielo hundido

¡Maldito seas, Outis, maldito seas!)

Penélope: La negrura inerte encerrada en cuadrados de abismo no me concede el adormecimiento de la conciencia, ¿adónde fuiste a parar cuando te di la espalda?

Circe: Mi paladar se deshace en tu espejo empañado, tus huellas latentes se mueven al vaivén de mi placer agitado.

Nausicaa: Silenciosos, los flecos de mi falda se sacuden mientras una a una mis células mueren aguardando tu llegada; uno, dos, tres, el cielo susurra sus colores y yo me convierto en cal viva.

David Blanco: Puñales parpadeantes

socavan mi pudor

y mi palidez, hija de la montaña

perece en medio de la espera.

David Negro: Jugueteo con los rostros grises de la niebla, el cielo carmelado se mueve al compás de un violín que agoniza, se acerca ese aroma mutante en unas férreas manos de terciopelo transparente.

David Blanco: Dormitaré al ras del cincel

cada roce con mi piel

se anuncia con esa triada polifónica

que apaga media antorcha.

Penélope: He de tejer la fuerza descomunal de tu nombre, mi sed de viajar se sacia con el indicio de tu existencia, ¿dónde estás?, que no diera por tomar tu lugar.

Circe: ¡Me descarnaré hasta ser pócima que te devuelva la vida, seré anhelo y anhelaré, me ahogaré con tu sangre y seré brizna de tu aire!

Nausicaa: Dichosa quietud me lleva a herir la brisa, la nostalgia se hunde con ese choque de amatistas que dio a luz al mar, oleadas de tierra secaron mis párpados, entonces te contemplo en tu esplendor.

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