Soñé que soñaba que de los labios de una princesa encantada, salía una sombra fluorescente que me perseguía. El éxtasis del cansancio me conducía a un callejón sin salida, donde la sombra sin miedo me devoraba. A media noche miraba mi reflejo frente a un espejo e identificaba el rostro destrozado de Roberto Arlt, que me exigía corregirle una página en blanco de “Los sietes locos”. Va a ser una labor complicada, le decía, tome asiento señor Arlt.
Tercero Sueño
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