Adiós, Filomena




Mi lenguaje se masturba con tu pensamiento y estalla orgasmado en la escritura.

Carolina Ochoa G.


Las luces recónditas y fugitivas de la ciudad se habían perdido dentro del silencio de tu beso. Ese beso que corroía mi cabeza, que escuchaban mis oídos, y que tratan de saborear mis acabados labios. Ese beso no existía, yo lo pintaba, lo formaba dentro de mi sombrero mágico como cuando de pequeño, por ahí salían esas palomas blancas asexuadas buscando un nuevo hogar. Yo ahí busco tus besos, los recojo con mi mano, los sigo con mi olfato, pero no los encuentro. No me atrevo a buscarlos. No sé si estén. Posiblemente permanezca en mi cachete, en mi sueño, en la luz recóndita de la ciudad.

¡Alto!, de pronto apareces, pero sin tus labios, creo que los extraviaste. Rápido te hablo, pero no puedo, hay una fuerza pegajosa en mis labios que me lo impiden. Pasas al lado mío, creo que no me reconoces, pero de igual forma me desvelo mirándote, sintiendo como tu aroma se inyecta dentro de mi nariz, dentro de mi sangre. La proyección de nuestros ojos creo que se comunican y volteas a mirarme. Te encantas con mis ojos, pero igual yo busco tus labios, trato de imaginarlos de nuevo; de pintarlos en mi mente para recrearlos nuevamente dentro tu rostro. Igual, tu mirada me desvela, siento que perdiéndome en ella encuentro ese beso silencioso que me vuelve a atraer. Encuentro tus besos, pero cuando parpadeas toda el aura celestial, todo ese clímax que sentía por dentro desaparece con tu mirada justiciera. Tus grandes ojos me miran y me intimidan. Igual, tú eres el beso y te busco. Mis palabras no salen y las tuyas tampoco. Tu mirada fija se transforma; a veces siento que fueras un espejo donde encuentro mis ojos y todos mis defectos. Igual, confundido dentro de ti, busco ese beso; el ardor de encontrarte me funde en un letargo éxtasis. Me veo, me reconozco dentro de ti, me veo volar por los columpios de mi casa, me veo cortar una rosa para mi mamá; veo escribirte cartas escondidas en botellas, pero me veo corriendo detrás de una inalcanzable mariposa con forma de beso. La distancia que hay entre tú y yo cada vez es más cerca; tus ojos cada vez son más mío, en silencio cambian de color como camaleones; a veces miel, a veces verdes, verdes como los jardines donde te conocí y traté de besarte. Verdes como ese jardín donde me enamoré de ti perdidamente. De pronto no solo tus ojos forman la silueta de los míos, de repente tu nariz se tuerce un poco hacia la derecha, tus orejas se tornan más grandes. Tu rostro listo lentamente exhibe una rubia barba que invade casi toda tu cara. Te busco en mis ojos, pero no te encuentro. Te miro fijamente y te veo a través del reflejo de ellos. Yo perdí mi barba por una piel lisa y trigueña; comienzo a sentir la alergia por tu maquillaje; mis ojos ahora eran más pequeños y negros. Negros como la noche, negros como la esperanza que sentía por buscar tu beso. Quiero tu beso, lo busco y trato de apoderarme. De repente su boca se abre y con mi voz me saluda. “Hola”, “¿cómo estás?”, “bien, ¿y tú?”, sin más voy hacia mí y me beso, siento que al besarme, le estoy robando ese beso que siempre había querido. No abro los ojos, no quiero descubrir que soy a mí a quién estoy besando. No quiero creer que beso mi reflejo detrás del espejo, no quisiera comenzar a sentir el helado vidrio contra mi boca. De repente, te detienes, me pides que te mire, pero no lo hago, no quiero verme, no quiero justiciarme con mis ojos lo que hago, “mírame”, busco mi boca con su boca, sé que igual la estoy besando, me estoy besando. Siento que he encontrado mi tesoro, un tesoro que ha valido millones de dólares. Tu boca es dulce, es suave como las cerezas, es tan pequeña como la de Venus; la siento en mi boca, te amo. Me acaricio, comienzo por mis piernas, me muestro con mis uñas todo el afecto que te tengo; mi piel es casi tuya. Con la otra mano me acaricio la cara, mi suave rostro no vale más cuando mi mano pasa por ella. Con la otra mano me toco tu sexo y te hago sentir todo el cosmos alrededor tuyo. Tu sangre comienza a bajar desenfrenadamente, tu virginidad la he raptado entre mis brazos. Te amo. Mi mano busca mi vientre, con ella mis pellizcos me lastiman como puntillas. No siento dolor. Tu boca ya no me besa, ahora me busca con tus colmillos para lacerarte, para darte un poco de tu carne para que te alimentes. Te amo. Mi pálido rostro lo veo a través de mis ojos, mis rojas mejillas, mis purpúreas manos, mis rozagantes piernas. De pronto un cuerpo cae, te veo en mis brazos, tu rostro sangra y tu cuerpo, fragmentado, se desmiembra encima del andén. No podía permitir que te quedaras conmigo, no conmigo; quizás con mis besos, quizás con mis ojos, con mi vida, con mis recuerdos, pero no conmigo. Tu cuerpo muere al lado mío mientras besas mis temerosos y fugitivos labios. Al verte sin vida Filomena, una lágrima mía limpia tu destrozado rostro.

0 comentarios:

Publicar un comentario