Ámame



La sien huía de la pistola. El ojo parpadeaba sudoroso. «Ámame», la foto del primer día de colegio, «ámame», el primer beso, «ámame», el sabor de la ostia cuando hizo la primera comunión, «ámame», la calle vacía y Ella al final bajo la lluvia; «ámame», la imagen de su padre muriendo entre sus brazos, «ámame», las gotas de sangre derramadas en su cama, «ámame», los ojos cristalinos de Ella; «ámame», la fotografía de su madre en la playa, «ámame», el sí de Ella en la Iglesia, «ámame», la purpúrea rosa blanca tirada en el piso, «ámame», el tren que salía en invierno, «ámame», la fiesta sin Ella, «ámame», «no», «ámame», el gemido detrás de la puerta. El dedo, ansioso, fatigado y encalambrado, acariciando el gatillo. «Ámame», pensaba. El parpadeo era intenso, el cuerpo de Ella se desangraba a su lado, la voz de su padre lo castigaba tácitamente en el cuarto oscuro. «Ámame», ámate, ama amante mente mata. El dedo cansado se dejó ir hasta pulsar el gatillo. La pared se salpicaba de sangre, mientras la pistola caía al piso como un trémulo cuerpo muerto.


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