Abramo (o Primer Poema Real-delirante)



Un trombón oxidado suena,
tácitamente una escena se repite constante,
por años.
Una foto en mis manos:
un niño.
Una mirada al infinito y blanco muro en frente mío:
un anciano
un padre y un abuelo.

Sus huellas son profundas,
en el tiempo, en el espacio,
en la memoria, en las extensas corcheas
contenidas en infinitos pentagramas.

“Giovinezza, giovinezza, primavera di bellezza,
della vita nell’asprezza:
il tuo canto squilla e va”.

Abramo, 1925. Agosto.
Esvásticas arrugadas y empapadas de sangre y lágrimas,
crudas bombas ensordecedoras.
Viajes, barcos, mares, olvidos.
Delirios:
Argentina, Colombia, Italia,
y otra vez Colombia
y otra vez Italia
y otra vez un trombón…
y otra vez Argentina.

Esta vez un hijo, y otra vez otro hijo,
mientras despide a un padre
y llora un hermano, y otro hermano,
y otra muerte, y una madre, y un sueño.
y un inefable siglo, y otro.

Palacios de aceite
“Va pensiero, sull’ali dorate,
va ti posa sui clivi, sui colli
ore olezzano tepide e molli
l’aure dolci del suolo natal”
Palazzolo Sull'Oglio.

Una tormenta de recuerdos
estalla en ronquidos
mientras un trombón,
siempre oxidado,
habla y habla, y habla y
habla,
hasta el hastío,
creando una melodía sincopada
en pentagramas coloridos, con
blancas-bombas, corcheas-bicicletas,
silencios-muertes,
lluvias, ideas, y viajes
y otra vez muertes, y
otra vez cantos
y otra voz,
escondida en una almohada,
en Pandora, en mujeres,
en una muerte,
en el olvido,
en la perdición.





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